09 marzo, 2009

Los carnavales y el placer de disfrazarse





Desde que somos papis nos toca pasar por el aro y vivir con júbilo la llegada del carnestoltes. Hacemos ver que nos provoca una inusitada ilusión la llegada de tales fiestas y que nos emociona el hecho de pensar de qué vamos a disfrazarnos este año o en qué evento vamos a lucir nuestras mejores galas.
En realidad, de siempre me ha producido perplejidad y diversión al mismo tiempo el observar cómo tanta gente vive con tanto desenfreno y tanta lujuria estas fiestas tan singulares.

Hay gente que vive con una intensidad y diversión infinitas el arte de disfrazarse de lo que sea y, sin duda, es algo divertido para el que lo siente de esa forma.
En mi niñez los carnavales no se celebraban, yo al menos no recuerdo que en los colegios se montase la parafernalia que hoy en día es de obligado cumplimiento para los niños y los sufridos progenitores. No sé quién me contó que eso se debía a que Paquito El Chocolatero lo había prohibido por alguna oscura razón que nadie me ha explicado nunca convincentemente (¿por qué le fastidiaba tanto al Paquito eso de los carnavales??) I don't know!
Sea como fuere mi niñez - que transcurrió entre los años 60 y 70 - estuvo ausente de todas esas fiestas paganas tipo carnestoltes, correfocs, colles de diables.
Los primeros carnavales que yo recuerd0 en qué me llegué a pseudodisfrazar, obligado por las circunstancias, coincidieron con la adolescencia - época Salle Congrès - y recuerdo con evidente fastidio el hecho de tener que disfrazarme obligatoriamente porque en caso contrario no estabas en la onda de las fiestas y de la movida de los colegas......y es que en la adolescencia uno no puede permitirse quedar out de la tribu bajo ningún concepto.

La verdad es que en mi pandilla casi todos nos disfrazábamos por compromiso, sin convicción alguna...y es que aquello que no has mamado en la infancia luego siempre queda postizo en la etapa adulta, como forzado.
Todavía por pura inercia recuerdo haber acudido a algún carnaval de Sitges y de Vilanova i la Geltrú, más que nada por curiosear y ejercer de voyeur. Eso ya ocurrió en la etapa univesitaria, en esos años de dolce vita tocaba estar a todas...no era de recibo perderse ninguna jarana y los carnavales entraban en el surtido estándar.

Ahora con el tema del cole y la guarde no nos salvamos de la fiebre del carnestoltes....pero es curioso que cuando lo vives con la ilusión desmedida y la inocencia de los niños resulta todo mucho más simpático y menos forzado.

Quién me lo iba a decir a mi, un auténtico numantino que me resistía a estos festejos y ahora viviendo els carnestoltes telerinos, els correfocs, els gegants, capgrossos, bestiaris del Poble Nou i d'altres cosetes totalment alienes a la meva cultura de la infantesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total